Iniciando la cuarta semana de noviembre en mi casa se empezaba a discutir sobre los planes para la cena de Acción de Gracias. Se discute sobre el menú y los invitados a la cena, (que déjenme contarles que mi papá es un gran aficionado a la cocina y aprovecha cualquier festividad para mostrar y compartir su gran talento culinario). En fin, una fecha en la que mi familia se reúne para cenar rico y convivir.

En los últimos años, esta fecha significa que me tengo que poner a cocinar si es que quiero evitar comer solo ensalada, pues soy la única vegana en mi casa, lo cual ha traído consigo un aprendizaje interesante: necesito clases de cocina.

Una vez sentados en la mesa casi listos para empezar a comer cual romanos en festín, mi papá, tan atinado como es siempre, tomó una  pausa para recordarnos el significado y la razón por la cual estábamos ahí sentados y reunidos. Estábamos ahí para dar gracias.

A menudo, si es que nos educaron bien, utilizamos esta palabra mágica como señal de educación cuando nos hacen un favor o cuando nos dejan pasar en el tráfico, pero pocas veces reflexionamos profundamente sobre el poder de agradecer.

Recuerdo que durante una clase sobre Karma, mis maestros mencionaron sobre el poder de agradecer y el efecto que tiene sobre éste. Un mensaje que ha marcado mi vida y ha crecido a través del tiempo.

Antes de seguir, me gustaría comentarles queKarma no es la idea que tenemos sobre una ley de venganza indirecta en la que el que obra mal recibe en su vida algo igual. Las personas que obran bien también tienen desgracia en su vida, ¿les ha pasado?

 La palabra Karma viene de la raíz en sánscrito kr que significa acción. Nuestras acciones son aquellas cosas que nos ayudarán a trascender y a tener un crecimiento espiritual importante.

Agradecer de manera reflexiva y como práctica constante en nuestra vida, nos crea una actitud de humildad ante la vida que nos concede la gracia de tener aprendizaje en nuestras propias experiencias, tanto de las cosas buenas como de las que consideraríamos malas. Al agradecer estás reconociendo al otro o a las situaciones en tu vida como maestros y estás honrando su presencia.

Agradecer nos hace conscientes de que no somos independientes el uno del otro y que nuestra existencia afecta a otros, lo queramos o no. Agradecer nos hace conectarnos con nuestro entorno y  nos hace elevarnos para así poder elevar a los demás.

Al tener acciones o karmas que nos ayuden a conectar con nuestro entorno de manera consciente y amorosa, nos liberamos del samsara o la rueda de sufrimiento, que es lo que nos ata a la idea de que lo material y lo intrascendente es lo que cuenta para hacernos felices. En esta filosofía se maneja la idea de la reencarnación y que mientras sigamos atrapados en samsara, seguiremos reencarnando hasta purificar nuestras acciones.

Personalmente, no se y no me consta si es que la reencarnación es un hecho (me gusta creer que si), pero por si las dudas, prefiero actuar de manera en que las personas a mi alrededor se sientan en presencia de una energía positiva y si lo puedo lograr con una actitud humilde y con gratitud, y además puedo liberarme de la rueda de sufrimiento pues, no le pongo ‘pero’.

Sin importar si celebras Acción de Gracias o Thanksgiving, recuerda siempre tener una actitud de humildad y agradece siempre que puedas, pero hazlo de corazón. No esperes a que llegue una fecha en especial para hacerlo. No por nada se llaman palabras mágicas. Mi maestra Sharon Gannon dice que “la magia es un cambio en nuestra percepción”, y el ser agradecido provoca este cambio, ¿no crees?

Namaste.

(La luz en mí honra y reconoce la luz que hay en ti.)

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